domingo, 7 de febrero de 2021 0 comentarios

De amores que no fueron

Estaba barriendo mi casa con los auriculares puestos y Breathe Deeper sonando, un tema que me gusta porque me hace poner de buen humor. Y eventualmente, arranqué de nuevo a pensar en vos. 
Uf, de nuevo, por trigésima vez en el día. 
¿En serio mi cerebro es así de masoquista? 

Pero esta vez fue distinto. Esta vez se me vinieron a la mente los casi, los verbos en condicional. 
El “hubiéramos”, “podríamos”, “recorreríamos” o “construiríamos”. 
Si, ya se. Un bajón.

Es que es asi,

mi cabeza y mi corazón funcionan raro. 

Cuando paso por un desamor, muchas veces me brotan las ganas de volver a escribir. Hay una yo de 14 que escribe en un diario íntimo y sueña con imposibles que vuelve a aparecer como por arte de magia. Una yo con pelo lacio y recto, que se esforzaba por hacerse notar priorizando quién era en realidad, más allá de las apariencias (porque no se le daba bien el tema del autoestima).

Esa yo de 14 que escribe en su diario se sienta al lado de la cama de mi yo de 25 que escribo en un diario. 

No, Anabel, no ese diario. Uno que sea tu diario. 

Mi yo de 14 me muestra su diario y me dice que escriba. Que escriba de vos. Que le encantaría que escriba de vos. De cómo fue conocerte, si eras como ella te veía desde lejos, si te gustaban las pelis de terror como a ella y si también creías en que la música vieja es mejor que mucha de la nueva. 

Reposa su rostro sonriente en sus manos y me dice “contame cómo es”.

Quiero decirte algo antes: no sé si te habrás dado cuenta, pero ya empezaste mal. Lamento decirte que estabas idealizado. Super idealizado. Esa chinita llegaba a su casa después de los martes y jueves a las 20 con la misma carita de estúpida que me está poniendo ahora.

Yo empecé a contarle por tu sonrisa. Le dije que era lo que más me gustaba de vos. Ella asintió. 

También le dije algo que ella no podía saber en ese entonces: que sos muy bueno escuchando. Que me gusta que mires a los ojos cuando hablás con las personas. Es básico, ¿no? Pero mucha gente no lo hace. 

Le conté sobre el chocolate que me trajiste de sorpresa el día que estaba enferma. 

El tema de los abrazos. Que das muy lindos abrazos. Eso también se lo conté.

Con eso último ella sonríe y me dice que sí, que tenías apariencia de dar lindos abrazos. Que le parecías una persona muy cálida. Le devolví la sonrisa y le dije que sí. 

Me pidió que le cuente más sobre cosas que hayamos hecho. Me preguntó por el tiempo compartido, cuándo pasó todo, que le cuente fechas, que le cuente el día que nos dimos nuestro primer beso (no la juzgues, ya sé que es un montón. Lo sé. Pero es una adolescente que todavía no dio su primer beso siquiera, y sigue creyendo en el amor para toda la vida).

Ahí se me quemaron los papeles. Y empecé a pensar en casis y verbos en condicional. Casi le cuento del proyecto del viaje. Casi le cuento de las cenas casi compartidas. Del room makeover que me hubieras ayudado a hacerle al depto cuando me reinstale definitivamente. De la serie que habríamos visto en mi nuevo sillón, que guardé en favoritos de Netflix para ver juntos a futuro. 

Se me enojó un montón, y me pidió explicaciones. Le dije que las intenciones estaban, pero que no estábamos en el mismo plano. Le expliqué un poco algunos conceptos que ella no tenía idea sobre el amor. Que es un poco más complejo de lo que parece. Que empezamos mal. Que casi ni empezamos.

Le dije que querer es también aprender a soltar. O qué se yo, es algo que aprendí hace poco. Parece ser que ya me estoy volviendo experta en eso. 

Le expliqué que ambos sosteníamos una soga y estábamos tirando para lados distintos. Y que nos dolían las manos. Así que la soltamos. Ilusiones y esperanzas incluidas.

Las dos pusimos cara triste. Esa cara triste. Si… es loco, pero la mirada es algo que no nos cambió mucho en esos 11 años. 

Yo sé que vos le hubieras contado casi lo mismo a ella. 
Que hasta tal vez le hubieras dado esperanzas de un futuro incierto. 
Yo también se las hubiera dado.

Me hubiera gustado habértela presentado. Ella era más como sos vos. Más de apostar en la gente. 

Me dio el diario y me dijo: “por algo las cosas pasan. O no pasan”. Me recordó el tiempo que hacía que no sentía algo fuerte. El tiempo que hacía que no escribía. El tiempo que hacía que no me dejaba llevar por un sentimiento. 

Se fue y me sonrió.
Y me dejó a mí con un diario. 

Los desamores me conectan a algo interno que brota y me pone introspectiva. Una energía que sale de adentro que me abraza y me dice que todo pasa, al tiempo que me recuerda quién soy y qué fui. 

Y me refuerzan ganas de vivir. Ojo ahí, no hablo de existir. Hablo de vivir. 

Tengo toda una teoría respecto a vivir y existir. 

Esa nunca te la conté.

¿Querés que algún día te la cuente? Puedo aceptarte unos tererés.

 
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