Nos quedamos en silencio por un rato sentados en una mesita entre el bullicio de la gente de la cantina hablando, riéndose y saludándose entre ellos. Entonces le pregunto:
— ¿En qué pensas?
Siempre suelo hacer esas preguntas tontas. Aunque no son muy inocentes.. juegan como un arma de doble filo: las respuestas pueden ser desde demasiado simples hasta muy interesantes. Vale la pena arriesgarse.
— En que la vida es un tren. — me dice
— Dejá de mentir — y suelto una carcajada— No estabas pensando en eso.
—En serio te digo — me responde con su voz grave, y una leve expresión en el rostro que me hace entender que está hablando en serio— La vida es un tren que pasa, y si te descuidás te puede pasar por encima.
— Y las personas entonces?
— Son estaciones. Vos te subís al tren y no sabés lo que te va a deparar. Te subís y no sabes en que estación te vas a bajar. Por ejemplo, a mí el tren me bajó en la "Estación amistad con cherubelle". Y acá estoy.
— Pero vos también decidís en qué estación bajarte, y qué personas dejar que se bajen en tu estación.
— No, eso es cuestión del tren, el tren te baja donde quiere, y vos no sabés que te va a deparar.
— Pero entonces, cómo explicas que yo haya podido decidir que personas que se bajaron en mi estación se alejen?
— Vos te alejás, vos sos la que se va acá — me dice.
Le sonrío. Le había salido muy espontáneo ese comentario.
Estaba refiriéndose al año que viene, y mi decisión de no seguir la carrera. Cosas que no tenía presentes en ese momento, él se ve que sí.
Después de un ratito de hacer unas sonrisas cómplices le digo:
— Y vos, por ejemplo, podrías volver a tomarte el tren y dejar de bajarte en estaciones donde no tenés nada que hacer..
— Esa estación valía la pena — me dice. Él sabía a lo que me estaba refiriendo antes. Una morochita interesante, rockera y coqueta que lo tenía estúpido. Era una estación difícil. Una estación histérica.
— No digo que no, eh! Sólo digo que ya es hora de tomarte el tren de vuelta.
— Sigo pensando que podría haber sido para mí. Esa estación. Pero no fue.
— Pero no fue, y sabés por qué.
— Era una estación engañosa — le seguí explicando—: te bajaste del tren y todo era bello, toda adornada con las cosas más lindas. Tenías ganas de quedarte ahí para siempre. Empezaste a buscar la llave para entrar por la puerta de la estación, pero no la encontrabas. Y te dabas cuenta que cualquier imbécil que llegaba a la estación pasaba y vos no. Y te daba bronca, si te estabas esforzando un montón por conseguir la maldita llave! Te querías ir pero la estación te traía de vuelta, y te tenía ahí... sin dejarte entrar pero sin tampoco dejarte ir. Estaba jugando con vos.
— Vos hiciste eso alguna vez?
— Creo que sí. Pero me arrepentí. No está bueno — es de pendeja hacer bajar del tren de la vida a alguien si no vas a hacer que su estadía en tu estación sea reconfortante.
— Pero en esa estación se bajan los más taaap — dijo con su tono de locutor de radio de fútbol. Siempre lo hace. Yo me empecé a reír como siempre lo hago.
— No es así, sabés que no. — no hay un buen historial de visitas ahí — Se han bajado personas que me han hecho mucho mal. Les agradó la estación, les di la llave, entraron y desarmaron todo. Algunos hasta se olvidaron de devolverme la llave, y se fueron dejando la puerta abierta. Otros vinieron a querer hacerse propietarios de la estación, y empezaron a querer destruirla y armarla de nuevo por completo a la medida de ellos mismos, de forma muy egoísta... posesiva. Estos últimos hicieron tanto lío que tuve que construír una reja de hierro enorme, alta, para dejar a esas personas afuera. Y no se querían ir, y siguen ahí tratando de traspasarla, con energías negativas, rencores, dolor. Por lo que yo estaba cuidando de la estación todo el tiempo, con miedo a quién dejaba pasar. Entonces me acostumbré a la reja.
Y no sé si dejé entrar a más nadie.
— Tampoco existe tal reja. Esa estación es demasiado... sensible, para estar entre rejas — me dice.
— Por ahí es por eso que lo está. Es más fácil evitar nuevos daños. No arriesgarse.
— No creo que dure para tanto
— Lo dice el que tiene una estación hecha de mármol — me río.
— Tampoco es tan así. Pero dejar pasar es... difícil.
— Es arriesgado
— No se si más que subirse al tren.
Porque la vida es un tren que pasa, y si te descuidás te pasa por encima.
Pero a veces... cómo queremos que nos pase por encima.
A veces es lo que más nos hace sentir vivos.
3 comentarios:
Basta ya de penas por acá...
¿Cual es tu pena?
Mr. Rock
Escuchar el plan de la mariposa y leer este texto me voló el bocho, cada cual arma su estación de la mejor forma esperando a los invitados y como en todo lugar a veces se tiene que hacer uso del derecho de admisión o a veces simplemente, abandonar la estaticidad de una estación y subirte a la vertiginosidad de un tren del cual no sabes su destino, ni sus paradas, cada cual eligen si va a ser viajero o recepcionista de su vida..
Gracias por dejarme llegar a tu estación. ❤
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